La Virgen del Carmen como patrona de Chile.
La devoción de la Virgen del Carmen fue traída a Chile por misioneros españoles en tiempos de la colonia, y los principales responsables de su difusión fueron los Padres Agustinos, quienes, establecidos en la ciudad de Concepción, fundaron a mediados del siglo XVII la primera Hermandad de Nuestra Madre del Carmen. Cada 16 de julio, los agustinos sacaban en procesión
la imagen de la Virgen y recorrían las calles principales de la ciudad. Los fieles se preparaban para estas fiestas rezando la novena y pidiendo a la madre del Carmelo su ayuda ante diversas necesidades que tenía la comunidad.
Desde la llegada a Santiago de las religiosas Carmelitas Descalzas, a fines del siglo XVII (1678), empezaron a extenderse el culto y la devoción a la Virgen del Carmen en la capital chilena. El origen de la procesión de la Virgen del Carmen en Santiago se remonta al mismo año, en que se fundó la Cofradía por los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios. En 1690 se abrió el Monasterio del Carmen de San José o Carmen Alto, y en 1770 se fundó el Monasterio llamado de San Rafael o Carmen Bajo.
Las guerras de independencia provocaron una profunda mutación cultural en las prácticas políticas, las ideas, las costumbres y, por supuesto, en los hábitos y comportamientos religiosos.
Es así como en el ámbito religioso se produjo un cambio en la relevancia de ciertas devociones, las que comenzaron a tener nuevos significados. Las autoridades intentaban otorgar mayor orden, solemnidad y piedad a la devoción popular, lo que produjo una uniformización de las prácticas devocionales, abarcando ahora un espacio territorial más amplio que el simple marco diocesano. El culto a la Virgen del Carmen es un ejemplo de los alcances de esta transformación. De ser la tercera entre las devociones marianas coloniales, su protagonismo fue aumentando desde las guerras de la independencia hasta el punto de convertirse en el culto más popular de la República al despuntar el siglo XX.
En efecto, tras la Independencia la Virgen del Carmen pasó a ser asociada con la nacionalidad y el Estado, y su imagen aparecía siempre acompañando el destino de Chile. Debido a los favores que ella había prestado y seguía prestando a la Patria, se originó un natural sentimiento de gratitud por parte de los chilenos. La Virgen del Carmen se convertía así en un agente cohesionador y legitimador de la nación chilena. Desde las guerras de la independencia su imagen no sólo sirvió a
fines estrictamente piadosos, sino que se convirtió también en emblema nacional. Este nuevo símbolo, de índole religiosa, convivirá en adelante con una serie de emblemas seculares, debido a la participación de la Iglesia en la estructuración de la nueva sociedad tras la Independencia.
La victoria del Ejército Libertador sobre los realistas en la Batalla de Chacabuco, en febrero de 1817, fue atribuida entonces a la intercesión de la Virgen del Carmen. Este acontecimiento bélico vino acompañado precisamente de la declaración de la Independencia de Chile. La necesidad de consolidar la emancipación a través de las victorias militares llevó a que, en la práctica, la Virgen del Carmen fuera considerada como la protectora de la nueva nación y de sus ejércitos. Se consideró que la Virgen del Carmen había dado a los soldados la fuerza, la esperanza y la valentía que requirieron para soportar los obstáculos y enfrentar las batallas; su nombramiento masivo como Protectora adquirió un significado común y propio, de algún modo trascendente, más allá del motivo terrenal que abrumaba a los hombres. Fue el escudo y la protección espiritual que faltaba para desencadenar el ímpetu y el entusiasmo nacional por obtener la victoria.
En marzo de 1818, cuando nuevamente se cernía sobre la capital chilena la amenaza de las tropas realistas, las autoridades civiles y eclesiásticas, con el concurso de los vecinos de Santiago, elevaron en la Catedral de Santiago un voto por el cual se comprometían a erigir, en el lugar donde se diera la próxima batalla, “un Templo a Nuestra Señora del Carmen, jurada patrona de estas provincias, en conmemoración de este gran suceso, y como intercesora de nuestros conflictos”. En diciembre del mismo año, un oficio del Senado reconoció la protección de Nuestra
Señora del Carmen, y un año más tarde el propio Bernardo O’Higgins reconoció a su vez que, tras la Batalla de Maipú y la derrota de las huestes realistas, el Estado de Chile era deudor de la “protección de la madre de Dios, bajo la advocación del Carmen y no de personas particulares”, convirtiendo el voto del pueblo en un compromiso de la nación.
Si la Independencia había representado un primer momento de devoción nacional hacia la Virgen del Carmen, impulsado principalmente por el aparato estatal, el segundo gran momento en que dicha advocación se presentó con fuerza ante el país fue durante la Guerra del Pacífico, en 1879. Ésta representó un hito clave en el proceso de transformación definitiva de la devoción de la Virgen del Carmen en un símbolo de alcance nacional. Durante el conflicto, la Iglesia Católica
convocaba periódicamente a la comunidad para que participara en jornadas de oración y reflexión en las que se invocaba la protección divina a favor de las armas nacionales. En este escenario, la devoción carmelitana, ya asociada al ejército, sería particularmente requerida.
El Combate Naval de Iquique también sirvió para que la figura de la Virgen del Carmen fuese difundida como símbolo religioso y patriótico a la vez. El héroe de ese episodio, el Comandante de la Esmeralda, Arturo Prat Chacón, era un ferviente devoto de la Virgen del Carmen, e incluso en el momento de su muerte portaba su escapulario correspondiente.
Durante gran parte del siglo XIX la veneración pública de la imagen de la Virgen del Carmen estuvo acotada principalmente a los meses de julio, con ocasión del día de Nuestra Señora del Carmen, y octubre, con motivo de la tradicional procesión anual dedicada a esta devoción.
La coronación.
A principios del siglo XX, la Iglesia chilena, apoyada por el pueblo, pidió a Roma el patronato de la Virgen del Carmen para la nación de Chile. En el Congreso mariano de 1918 el sacerdote Abel Arellano hizo hincapié en dos proyectos: la designación canónica de la Virgen del Carmen como Patrona Nacional y la coronación pontificia de la histórica imagen venerada en la Basílica del Salvador. Junto a esta petición se incluía la potestad de coronar la imagen de la Santísima Virgen en dicha Basílica. El 24 de octubre de 1923 llegó la respuesta del Vaticano, accediendo a ambas peticiones. El juramento del patronato canónico de la Virgen del Carmen se verificó el 8 de diciembre de 1923. La imagen del Salvador fue trasladada a la iglesia de Santo Domingo, donde comenzó la proclamación, y de ahí a la Catedral, donde el obispo Rafael Edwards, fue el encargado de consagrar la República de Chile a la Virgen del Carmen.
En diciembre de 1925, el Papa Pío XI publicó la encíclica Quas Primas, que incentiva el culto a Cristo Rey. El lema “Pax Christi in Regno Christi” buscaba incentivar la paz en el mundo después de la Primera Guerra Mundial. En Chile, la Encíclica aparece publicada en la Revista Católica en marzo de 1926, lo que estimuló al episcopado nacional a realizar la coronación de la Virgen.
El homenaje se realizó en el Parque Cousiño el 19 de diciembre, pero los jóvenes de la Asociación de la Juventud Católica velaron la imagen de la Virgen en la Basílica del Salvador. La prensa señalaba que a las cuatro de la mañana ya no cabía nadie en ella ni en las calles aledañas. A las cinco de la tarde hubo un toque general de campanas en todo el país: era el momento en que la imagen iniciaba su salida de la basílica procesionalmente, luego de una misa oficiada por Monseñor Edwards. Desde tempranas horas de la mañana se apreciaba la llegada de gente al Parque Cousiño: venían desde distintos puntos del país en los llamados “trenes marianos”,
que llegaban a las estaciones Mapocho, Alameda y Pirque. A las cinco de la mañana el parque estaba repleto. La imagen de la Virgen tenía que estar a las cinco y media en el parque, pero llegó a las siete por la cantidad de gente que ocupaba las calles de su recorrido. Cuando entró al parque, los coros, las bandas militares, los colegios y otras instituciones comenzaron a cantar la canción nacional. Finalmente la imagen fue colocada en un trono y rodeada de veinte altares en los que se decía misa y se recibía la comunión. Después de las ocho de la mañana entraron los veteranos del 79, que llevaban en sus manos las banderas (habían sido sacadas para la ocasión
del Museo Histórico Nacional) con que volvieron de Lima en 1881, y que en esa oportunidad habían inclinado delante de su Patrona. Luego ingresaron los carros que llevaban las coronas, escoltados por dos mil niños vestidos de blanco, y junto a ellos todos los obispos envueltos en sus capas. A las once, la Virgen fue coronada por el representante del Papa, monseñor Aloisi Masella, y el entusiasmo reinante se tornó en un gran silencio. Era un silencio conmovedor el de toda esa masa humana que ocupaba totalmente varias cuadras. El nuncio coronó la imagen del Niño y de
la Virgen del Carmen. Luego se agitaron las banderas, hubo un repique general de campanas, sonaron las salvas de veintiún cañones, y miles de flores fueron lanzadas por decenas de aviones. Por primera vez ese domingo amanecieron todas las iglesias de Santiago cerradas, porque las misas se celebraron sólo en el Parque. Terminada la ceremonia, la imagen coronada fue llevada en triunfal procesión a la Basílica del Salvador, donde se diría una misa solemne. Se calcula que asistieron unas 500.000 personas.
La imagen de Nuestro Santuario.
La imagen de la Virgen del Carmen que conocemos actualmente en nuestro Santuario data del siglo XIX, sin tener una datación precisa del momento de su llegada. Los primeros datos a los que tenemos acceso son las crónicas de la llegada de los Misioneros Claretianos que al hacerse cargo del Santuario en el año 1880, relatan ya la realización de la tradicional procesión del Carmen por las calles de la ciudad en el mes de octubre.
Así mismo las crónicas nos cuentan que en el año 1899 llegó el Anda actual en que la imagen sale en procesión. El anda es de madera, y es cargada por una institución centenaria de nuestro Santuario: “Hermandad de los Anderos del Carmen”, los que custodian imagen y anda.